Hoy día en la tarde, como tú misma debes suponer al habernos visto salir de la casa a una hora propicia, dimos un paseo por la ciudad. Al cruzarse las condiciones de aspecto turístico de ésta y fin de semana largo, podíamos sentir a cada segundo la sobrepoblación, cuán excesiva era la cantidad de gente superior a la natural para un lugar como éste. Todo era más de lo que nuestros sentidos podían abarcar con facilidad y comodidad. Tuvimos que buscar un lugar con menos de todo y con más de nada. Un lugar con más espacio para ocupar. Ahí pudimos dejar de usar nuestros sentidos para sólo protegernos de cosas que pasan fuera de nuestro alcance. Es diferente la sensación de estar creando en vez de respondiendo cada segundo. Mucho más plena. Bueno, la cosa es que encontramos el lugar más cercano a las condiciones que serían las óptimas para lo que haríamos a continuación. Bajamos, lamentando el calzado que estábamos usando ya que otro tipo habría sido bastante más adecuado. Sin embargo, las rocas no estaban resbalosas, como yo había pensado, así que no fue tan difícil llegar a una más o menos cómoda para que cupiésemos los tres bien sentados. Había un señor sacando cosas del agua. Después nos dimos cuenta de que había otro más. Hubo muchas toses, muchas. Después de hacer eso que tuvimos que hacer, dedujimos muchas cosas:
El momento era, en todos sus componentes, adecuado para los sentidos. Dicho de una forma que busca más definir líneas de placer, más sensuales, era sublime. La manera en que el viento se escurría por cada recoveco, cada ángulo, cada arista formada por tu cuerpo; el intercambio sutil de temperaturas entre estas masitas de aire y la piel; la luminosidad y la gama de sensaciones producidas por rayos luminosos que impresionaban los órganos visuales creando un tres sesenta pictórico; la exigua y controlable escabrosidad de las rocas; el juego de mi peso en mis piernas, rodillas, cuello, tobillos, brazos; el hormigueo de mi pelo en las sienes; los volúmenes; todo. Recordé mis clases de ballet de cuando era chica. Y yo pensé que todo era perfecto.
De inmediato me retracté. Porque hay una condición requerida en la perfección que la hace utópica, por definición (me gusta decir "por definición" y anclarme en las palabras). La sorpresa. La perfección no puede ser estática. En la correlación de fuerzas entre conservar e innovar es donde hallamos el goce estético, teniendo siempre cosas que perduran y cosas que mutan. Dije: "Todo es perfecto, podría quedarme aquí añiiiios. No, en realidad no podría". La sorpresa es un concepto que trabaja con trayectorias horizontales y verticales, que abarcan, cada uno por separado y todos juntos, los puntos de un momento. Es una determinación de algo que jugando con la ubicación temporal tiene efectos en nosotros. Es algo nuevo, por lo que lo sitúo en lo que está por venir, imposible de dilucidar en el presente y diferente u opuesto al pasado. Es un manto que nos cubre desde el principio al fin y al revés. Es suficiente algo muy pequeño para invocar la sorpresa a alguna situación sublime y mantenerla lo más cercana posible a la perfección. Nos mantenemos activos en la construcción de nuestra felicidad;
Hay gente que en el proceso de crear un juicio de algo, lo hace con una información base que va ya con un dictamen, aunque quizás mínimo, emocional y connotativo. Entonces, las verdades personales están posiblemente muy autosugestionadas. Qué gente más pasada a rollos, por la diosa de los cielos y de las tierras. En serio. Eso puede llegar a condicionar muchas cosas, muchos actos, y omisiones, y a influir directamente en cómo usamos nuestras voluntades, de acuerdo a qué y por qué. En nuestra forma de llegar y amar a la gente y de sentir el amor. Nos puede hacer gastar energías en cosas que no deberíamos, y por lo mismo privarnos de hacer lo que amamos. Me muero de sueño, mami. Sigo mañana, creo yo. Pero estoy segura de que pensamos más cosas.